Pensar a Dios y hablar de Él como afrodescendientes...
- Joel Cruz Reyes
- 13 may
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 16 may
Hablar con Dios y hablar de Él desde nuestro ser original

¿Cómo pensar y hablar de Dios como afrodescendientes? ¿Cómo reflexionar como mexicanos con raíces africanas desde la Palabra de Dios y desde la realidad que vivimos? Sin duda, los pilares de nuestra comprensión de Dios son ÁFRICA y MÉXICO como lugares desde donde Dios nos ha formado y desde donde nos ha infundido su Espíritu.

Ciertamente, para nosotros como cristianos, la Biblia y la persona de Jesucristo enmarcan esos lugares teológicos (lugares desde donde Dios nos habla: ÁFRICA y MÉXICO), por eso, la fe de nuestros ancestros africanos y el acontecimiento guadalupano son fuentes fundamentales de nuestra mexicanidad afrodescendiente. Desde ahí bebemos el Espíritu de Dios que nos da un rostro eclesial específico. Esto es lo que nos permite PENSAR y HABLAR DE DIOS DE UNA MANERA DISTINTA en la Iglesia y en la sociedad.
Para muchos es imposible o escandaloso creer que se pueda pensar y hablar de Dios fuera de los parámetros del pensamiento cristiano europeo. Porque se cree que la percepción que los pueblos africanos, afrodescendientes y los pueblos originarios (indígenas) tienen de Dios es errónea y pagana.
Se olvidan o desconocen que el cristianismo fue posible en el mundo porque África gestó, cuidó y formó este camino de salvación para la humanidad. De hecho, para nadie es desconocido que Moisés fue formado en África, que Jesús fue protegido de la muerte por África (Mt 2, 13)… en fin, África, en la Biblia tiene un papel de salvación, capacitación de liderazgos y de gestación de procesos de organización y liberación del pueblo de Dios.

Volver la mirada al pensamiento y lenguajes teológicos conectados con África y con los pueblos originarios de México, particularmente con el acontecimiento guadalupano, hará que nuestro pensamiento y nuestra manera de hablar de Dios no solamente sea diferente al pensamiento y lenguaje común, sino que aportará luces al pensamiento y lenguajes predominantes en la Iglesia, para comprender mejor a Dios en las condiciones sociales y culturales actuales donde la convivencia de las diferencias es inevitable.
Muchos de nosotros seguimos pensando a Dios y hablando de Él desde el pensamiento y lenguaje traído de Europa e implantando, de diversas maneras, en el pensamiento de nuestros antepasados que fueron esclavizados y colonizados en México. No es un pensamiento teológico (pensamiento sobre Dios) original, hecho con los ingredientes de nuestras raíces sino un pensamiento "importado" que no hicimos nosotros y, quizá, por eso el centro de nuestra identidad como personas y como pueblos está fuera de nosotros.

No se trata "adaptarnos" a ese pensamiento sobre Dios que no es nuestro, tampoco de buscar que en la Iglesia sean "condescendientes" con nuestras expresiones religiosas que consideramos propias, como si "nos dieran permiso" de realizarlas en algunas celebraciones litúrgicas. No. Es cuestión de descubrir a Dios con las características con las que Él se nos revela desde esos lugares originarios de nuestro ser para luego mostrarlo a la Iglesia y a la sociedad así como se nos da a conocer en nuestra historia, en nuestras realidades, en los lugares originarios de nuestra esencia humana.

Es muy importante despertar la conciencia teológica afrodescendiente para que nuestra presencia eclesial y social no solamente sea significativa sino luz para los demás pueblos. Por eso mismo es necesario ir más allá de las formas en las que nos presentamos en la Iglesia y en la sociedad y compartir la esencia de nuestro ser gestado por Dios y alimentado por raíces conectadas con África, con su pensamiento y lenguaje para hablar de Él. Si no hacemos esto, nuestra presencia eclesial y social será comprendida como un folklore de esclavos fruto del encuentro entre tradiciones africanas, españolas y de pueblos originarios en México.

La recuperación, reconstrucción y afirmación de la identidad mexicana afrodescendiente, si queremos que de verdad sea liberadora, iluminadora y transformadora de las realidades eclesiales y sociales, necesariamente debe comenzar desde la estructuración de un pensamiento y lenguaje afrodescendiente de Dios y no tanto desde la problemática socioeconómica y política que nos afecta. Es decir, debe iniciar desde una teología conectada con nuestras raíces, con la esencia de nuestro origen para superar el empobrecimiento antropológico que padecen nuestros pueblos afrodescendientes y los ubica en el lugar de la inferioridad racial, cultural, espiritual...

Pensar y hablar de Dios es lo que llamamos FE. Y nuestros pueblos han mantenido la fe en Dios. De hecho, esta fe fue la fuente de su resistencia ante la deshumanización de la esclavitud y sigue siendo su fuerza ante las adversidades actuales. Los nombres con los que lo llamaban y las formas en las que se comunicaban con Él, para muchos en la Iglesia, son el problema porque son diferentes a lo que se estableció como "universal", como "único".

La misión está en ayudarles a comprender que es DIOS QUE SE ENCARNÓ EN LA "CARNE" NEGRA, y por eso mismo, DIOS TAMBIÉN ES NEGRO y se comunica desde el pensamiento y lenguaje de los pueblos negros. Eso debe comprender y aceptar la Iglesia y la sociedad porque nuestra experiencia de fe en Dios, como afrodescendientes, es lo que falta a los demás pueblos para comprender y conocer más a Dios.

La Iglesia en México aún debe hacer un camino de aceptación real de que el Pueblo de Dios está hecho de muchos pueblos, que es un pueblo multicultural. Que la comprensión de Dios pasa por la interculturalidad y que entre todos nos vamos ayudando a comprender mejor a Dios y su Voluntad.

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