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La "nostalgia" de África vestida de cristianismo

Actualizado: 25 abr

La memoria reconstruyó la identidad de nuestros pueblos afrodescendientes

El salmo 137 nos dibuja a un ser humano que, llorando, cuenta el dolor del "destierro", del "desarraigo" físico, espiritual, cultural... un ser humano "nostálgico" de su tierra, de su hogar, de sus tradiciones y costumbres propias... un ser humano que lamenta la pérdida de su tierra, de su familia, de su pueblo, de su libertad, de su dignidad... y canta la humillación que le hacen vivir sus opresores que lo utilizan para sus intereses y diversiones. Este salmo es una expresión del anhelo de un ser humano que quiere liberarse para volver a casa y poder ser él mismo y no lo que sus opresores quieren que sea o lo obligan a ser.

El anhelo de la alegría, la libertad y la dignidad que se tenía antes de ser llevados a otras tierras y ser cautivos de otros seres humanos que se sentían sus dueños, se resistía a morir en su conciencia y su corazón. Por eso eleva su clamor a Dios pidiendo protección, liberación y reconstrucción de lo que sus opresores habían destruido en él y en su pueblo.

La NOSTALGIA y el ANHELO de lo que físicamente se había quedado lejos, de lo que se había perdido de África pero que aún estaba vivo en la MEMORIA, es lo que REGENERÓ a las comunidades afrodescendientes. La memoria revivió y se hizo tradición en los lugares donde los esclavos podían hacerlo. Esto es lo que alimentó a las comunidades negras antes del Concilio Vaticano II que inició en el año de 1962 y terminó en 1965.

Las comunidades afrodescendientes en América Latina y el Caribe no tenían un rostro eclesial específico antes del Concilio ya que eran vistos como pueblos pobres y en desventaja social, pero no eran considerados, tratados ni acompañados pastoralmente como comunidades con rostro propio dentro de la Iglesia. Más bien, en la mayoría de los casos, fueron desatendidos, casi olvidados e invisibilizados pastoralmente.

Los africanos que fueron traídos de África a los diferentes territorios coloniales en América siempre fueron fieles a Dios, así como lo conocían en sus pueblos originarios africanos. Pero no podían nombrarlos ni rendirles culto abiertamente porque arriesgaban la vida si lo hacían públicamente. Por eso, “escondieron” a Dios, con rostro y nombre africano, detrás de devociones y tradiciones ibéricas cristianas (tradiciones y devociones de los colonialistas españoles y portugueses) para evitar castigos y la muerte por dar culto a “otros dioses” que el colonialismo español y portugués consideraban “cultos diabólicos”.

Esta fidelidad a Dios, así como lo conocían en África y el abandono pastoral después de la liberación de la esclavitud, hizo que las comunidades negras, lejos de la Iglesia y de la sociedad colonial, reconstruyeran su identidad desde esa memoria y fidelidad al rostro africano de Dios en un cascarón hecho de religiosidad cristiana colonial en América. Por eso, podemos decir que, antes del Concilio Vaticano II las Comunidades Negras se pusieron un vestido tradicional cristiano católico para que el colonialismo no destruyese el rostro africano de Dios y mantenerse fieles a Él.

Quienes no eran afrodescendientes miraban y consideraban las expresiones de religiosidad de las comunidades negras, como “TRADICIONES” y expresiones propias de los negros que mezclaban sus creencias con elementos cristianos desconectados de la vida de la Iglesia. Este alejamiento, abandono y poca importancia que se dio al acompañamiento pastoral de las comunidades negras fortaleció la TRADICIÓN como eje de la identidad, la espiritualidad, la teología y los ritos religiosos propios de los pueblos afrodescendientes.  

La MEMORIA TRADICIONAL fue, por mucho tiempo, la fuente de la identidad de los afrodescendientes, sobre todo antes del Concilio Vaticano II. Por eso, en esos tiempos, existían Comunidades Tradicionales Negras en zonas muy delimitadas de algunos países de América Latina y el Caribe.


En los territorios libres originados por los PALENQUES o QUILOMBOS, que eran lugares protegidos que los esclavos que se liberaban creaban lejos de la Iglesia y de la sociedad colonial, o también por territorios concedidos o reconocidos a esclavos liberados por parte de las autoridades colonialistas, se fue materializando esa MEMORIA TEOLÓGICA Y ESPIRITUAL africana que aún se mantenía viva en las mentes y corazones de los esclavos liberados y sus descendientes.

El “RECUERDO” y “NOSTALGIA” de África se fue materializando y visibilizando en instrumentos musicales, en danzas, ritos, estructura organizativa comunitaria, en liderazgos y figuras de autoridad civil y religiosa que aún vivían en sus memorias, pero con nombres adoptados del lenguaje religioso católico y civil de la colonia.

Al final de cuentas, los afrodescendientes se fueron reconstruyendo desde una religiosidad, una espiritualidad y una teología que se fue estructurando lejos de las autoridades eclesiásticas y de las figuras ministeriales propias del catolicismo como el sacerdote, la religiosa o el catequista y se fortaleció un ministerio laical con nombre de la cultura colonial y católica pero conectado con tradiciones africanas y con la comprensión que el esclavo tuvo de la fe en Jesucristo en la convivencia con los cristianos católicos en la sociedad colonial esclavista.


Junto a los ríos de Babilonia,

Nos sentábamos y llorábamos

al acordarnos de Sión.

Sobre los sauces en medio de ella

colgamos nuestras arpas.


Allí los que nos habían llevado cautivos nos pedían canciones,

los que nos atormentaban nos pedían alegría, diciendo:

«Cántennos alguno de los cánticos de Sion».


¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extraña?

Si me olvido de ti, oh Jerusalén,

Pierda mi diestra su destreza.

Péguese mi lengua al paladar

si no me acuerdo de ti,

si no enaltezco a Jerusalén

sobre mi supremo gozo.


Salmo 137


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