Dos actitudes que podemos asumir frente al conflicto
Si nos detenemos un poco y ponemos ante nuestros ojos nuestros sentimientos, pensamientos, acciones, reacciones… ante lo desconocido, lo diferente y lo inesperado, fácilmente podríamos pensar que alguien nos “inyectó” sangre de “guerrero”. Porque nos daremos cuenta que es habitual, normal, casi nos sale natural “pelear”, defendernos o atacar; es decir, para nosotros “vivir en guerra”, “hacer la guerra”, “vivir de la guerra”… es lo más natural en nuestra existencia. Como que ser “guerreros” se convirtió en una parte de nuestra genética.
Este “instinto natural de hacer la guerra” hace que fabriquemos nuestras propias “armas” materiales o inmateriales para defendernos o atacar lo que percibimos como amenaza o peligro (lo nuevo, lo desconocido, lo diferente, lo inesperado). Por eso, muchos dicen que la violencia no puede ser evitada porque, para la mayoría de las personas, es un instrumento o medio para alcanzar sus metas o una forma de “resolver” los conflictos personales, familiares, sociales…
La constatación de que, defendernos o atacar, es como la manera más común de convivir ahí donde vivimos y convivimos, me hace pensar en el texto del Génesis donde se nos recuerda que, en el plano de la creación, SI NOS OLVIDAMOS DEL ESPÍRITU DE DIOS, SI NOS OLVIDAMOS QUE SOMOS IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS, solo nos queda LO BESTIA, LO SALVAJE, LA NATURALEZA ANIMAL, porque este texto nos recuerda que fuimos creados el mismo día que LAS BESTIAS SALVAJES:
“Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza (…) Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (…) Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y fue la mañana: el sexto día.” (Gn 1, 26-31)
Si nos definimos a partir de la naturaleza animal, debemos reconocer, entonces, que todos tenemos una tendencia a dominar al otro, particularmente a las especies consideradas “menores” o consideradas “amenazas”.
Moviéndonos en el plano animalesco de nuestra naturaleza humana, la simbología del conflicto nos ofrece dos animales que pueden representar las actitudes con las que podemos abordar las cuestiones que consideramos conflictivas: la hiena y la jirafa.
La hiena es un animal que al verlo te pone en guardia, a la defensiva… porque inmediatamente te imaginas que de ella vendrá una agresión o ataque, ya sea porque te ve como una amenaza o un invasor que entra en su territorio. Te infunde miedo por su aspecto y por la posibilidad de matarte para saciar su apetito.
Es un animal que se mueve de NOCHE, cuando la visión es nula, cuando todo está oscuro. De hecho, es su olfato el que la conduce, precisamente por esto, para conseguir alimento se guía más por los olores que por su visión. Se deja guiar más por su nariz que por sus ojos. Tritura todo lo que se cruza en su camino con sus mandíbulas. Es poderosa pero desagradable y sin grandeza, de hecho, cualquier arbusto puede opacar su visión. Su poder y su fuerza se convierten en un verdadero peligro para quienes la rodean o se acercan a ella.
No inspira confianza, más bien, su aspecto y su actitud, hacen que huyan de ella. La hiena, para sobrevivir, combina inteligencia, astucia e intuición para poder triturar los huesos a su presa. Su objetivo es robar o matar para vivir. Su estatura pequeña, su visión corta, su cuello corto y la fuerza de sus mandíbulas son sus principales características.
En el simbolismo del conflicto la hiena es la actitud de alguien que mezcla sentimiento y razón. Hace un licuado de sentimientos, pensamientos y razones, se lo bebe todo junto. El problema es que el “líquido” con el que hace el licuado son los sentimientos. Por eso, es intuitiva, instintiva, visceral. Su cabeza es gobernada por los sentimientos, la razón se diluye en ellos.
La actitud de hiena frente al conflicto desconecta la razón de los sentimientos. Su objetivo es “triturar”, “destrozar”, “acabar” con el conflicto sin importar la muerte del “otro” porque lo ve como una amenaza o una oportunidad para saciar su apetito. La violencia es su herramienta para abordar las situaciones conflictivas porque cree que sus sentimientos son su cabeza.
Uno de los rasgos que destacan de la jirafa es su altura y el cuello largo. Las dimensiones de su cuello le permiten mirar por encima de los arbustos e incluso de los árboles; al mismo tiempo le permite tener una vista panorámica bastante amplia y ver más lejos que cualquier otro animal. Su tamaño nos hace ver su capacidad de crecer para enfrentar los retos de su entorno. Visión amplia y un crecimiento mayor a cualquier otro, son dos características particulares que le podemos atribuir a ella.
Precisamente porque su cuello le permite ver a grandes distancias, su visión le permite ver el horizonte: mira más allá que cualquiera de los animales. Esto la hace el símbolo de la paciencia, de la intuición, la inteligencia, el discernimiento, la percepción, la protección, la conciencia… a la hora de vivir el conflicto. Por lo mismo, es capaz de acercarse a la “acacia” (su alimento favorito) de tal manera que el árbol no suelta la sustancia que hace amargos sus frutos como mecanismo de defensa. Es muy cuidadosa en el acercamiento para evitar la amargura de los frutos y las punzadas de las espinas.
En el simbolismo del conflicto, entonces, la jirafa es la actitud de la trascendencia, del abordar el conflicto desde el “espíritu” que lo genera y no desde los efectos. Precisamente porque es grande y su cuello le permite mirar más allá de lo que ve alguien que no crece mucho y tiene el cuello corto.
La actitud de jirafa frente al conflicto es de simplicidad, sin pretensiones, sin disfraces; una actitud que considera importante acercarse a las situaciones conflictivas OBSERVANDO no reaccionando, porque reaccionar es interpretar, es decir, imaginarse algo que puede no ser eso que se imagina.
La actitud de jirafa combina vulnerabilidad, apertura, atención. Por eso, la empatía es lo primero que genera al encontrarse con el “otro”. Es capaz de generar entendimiento y comunión, porque es capaz de escuchar el corazón de la hiena (sus sentimientos) y lo conecta a la razón. Esto la hace capaz de conectar necesidad personal con espiritualidad y de esta manera transformar la hiena en jirafa. Es la actitud de saber dar un paso adelante y uno hacia atrás.
Su tamaño no le permite esconderse, está siempre a la luz, por eso, podemos decir que la jirafa es símbolo de la transparencia, la sinceridad y la verdad. Aspectos fundamentales para transformar el conflicto en fuente de bien.
La acacia, alimento preferido por la Jirafa, es un árbol espinoso que da frutos que pueden amargarse si no se es cuidadoso en el acercamiento a él. Este árbol y sus frutos pueden simbolizar el conflicto y, la Jirafa nos muestra cómo debemos acercarnos a una situación espinosa que puede traernos amarguras si no lo hacemos con la actitud adecuada.
PARA REFLEXIONAR:
En mi manera de abordar los conflictos: ¿Soy hiena o jirafa? ¿Por qué?
Podríamos decir que gran parte de la sociedad está sumergida en la actitud de la hiena, en ese grupo muchas veces también me he encontrado yo. Actualmente espero tener las buenas características de la jirafa, especialmente la forma que tiene de acercarse a la acacia. Gracias, hno Joel.
Soy Linda Vidal de Alman y vivo en Ecuador. Estoy contenta de tener acceso a el lindo grupo humano, dirigidos por el hno Joel Cruz.
Gracias por aportar con artículos que nos hacen reflexionar. al tiempo que ubicarnos en un contexto. saludos cordiales hno. Joel