Seguir a Jesucristo, no a un líder político
Hace unos meses conversé con Caro, una maestra jubilada que colabora en una asociación civil que trabaja por la paz. Es católica pero evita involucrarse con grupos católicos porque dice que ahí están aquellos que solo quieren escapar de la realidad que vive el país, que son gente que no quiere o tiene miedo de hacer algo para mejorar la situación social en la que nos encontramos. Su decepción es evidente, porque dice que muchos que se dicen seguidores de Jesucristo viven enajenados y adormecidos en prácticas religiosas que no tocan las realidades sociales en las que viven.
Su frustración y enojo aflora más cuando habla de los "políticos" que, según su opinión, a partir de lo que ve y conoce, ellos solamente se aprovechan de las necesidades y urgencias vitales de la gente; que son unos expertos en manipular la ignorancia, los resentimientos y las carencias de las personas en la sociedad para su beneficio personal, de sus familias o de sus partidos pero poco o nada les importa el bien de todos. Señala que, muchos de ellos son hijos de familias que se dicen cristianas y hasta se atreven a manipular la religiosidad de la gente con tal de ganarse la simpatía de las mayorías católicas.
Se angustia al ver que la mayoría de la gente parece "adormecida", como que no reacciona aún en medio de la violencia y la muerte que, cada vez más, se acerca a sus familias y a los lugares donde vive y convive. Que aunque el país ya parece un "hospital" donde hay muchos heridos y muertos por la indolencia o la incompetencia de las autoridades, los cristianos, en su mayoría, parecen insensibles ante esta realidad social inhumana y no asumen una presencia de " consolación, sanación de heridas y de pacificación" como era el deseo Jesús a quien dicen seguir y ser sus discípulos, a pesar de que muchas partes del país se están convirtiendo literalmente en "cementerios" de cristianos matados por otros que también son bautizados.
Ella dice, muy enojada, que la mayoría de las personas que conoce, ya no analizan, no reflexionan, no interpretan a fondo lo que sucede, que solo se conforman con información muy superficial o incluso se desinteresan de lo que sucede y, esto, dice, nos va a llevar a males muy grandes que nos van afectar negativamente a todos. A veces, dice, la impotencia ante la manera de pensar y las actitudes que percibe en la gente, la desanima, pero no está dispuesta a tirar la toalla en su trabajo por la paz, que al menos con sus hijos y nietos trabajará para que ellos analicen la realidad y se comprometan socialmente.
En su enojo y su crítica (de Caro), me parece ver el mismo proceso que Dios plantea para iniciar procesos de transformación de una realidad percibida como nociva o mala para una vida digna: VER, ESCUCHAR, CONOCER, BAJAR, HACER SUBIR (Ex 3, 7-10). Y está asumiendo esa capacidad que Jesús dice que todos tenemos de CAPTAR, PERCIBIR e INTERPRETAR la realidad (Mt 16, 1-3; Lc 12, 54-57).
Quizá ella no conoce este episodio donde Jesús se dirige a aquellos que constituían el motor de la sociedad (saduceos); a los más “devotos” de la religión, los más apegados al templo y al cumplimiento de las tradiciones y normas religiosas (fariseos); y a la gente común que no se diferenciaba de las masas populares que siguen a líderes carismáticos o manipuladores sin analizar, sin discernir, que viven inconscientemente su acción; pero ella, con su preocupación, está reviviendo el enojo de Jesús ante la manera de existir de los diferentes sujetos sociales.
Caro, como esa vez Jesús, se indigna al ver que las personas no están utilizando su capacidad de razonar, analizar e interpretar la realidad porque, como ella dice, nadie es incapaz de conocer y descifrar lo que hay detrás de los hechos y acontecimientos. Le entristece constatar que las mayorías solo se conforman con informaciones superficiales y se creen todo o, lo que es peor, se desinteresan incluso de aquello que les afecta negativamente.
La decepción de Caro es que, cada vez más, percibe que las personas están perdiendo su “inteligencia”, en el sentido literal de la palabra: esa capacidad de LEER A PROFUNDIDAD a las personas, los hechos, los acontecimientos… Según Caro, la realidad actual, requiere de personas “inteligentes”, personas que no se queden en la superficie de lo que sucede, sino que sean capaces de comprender las intenciones, su profundidad, sus alcances…
El país está viviendo cambios difíciles de comprender y digerir con efectos que empañan la cultura cristiana y al ser humano que vive en un país mayoritariamente cristiano. Esto es lo que Caro está percibiendo y, su preocupación por la eliminación de personas de diferentes maneras y en muchas partes del país, apunta a la preocupación de muchos por la cultura de muerte que está ensombreciendo y debilitando las luces del cristianismo en el país.
Ella compara al país con un “hospital” con muchos heridos donde escasean “médicos y medicinas” para atender y cicatrizar las heridas que agudizan y fortalecen la espiral de violencia, que abraza todos los ámbitos de nuestra convivencia y amenaza en convertir al país en un cementerio.
Como madre y abuela, siente el deber de ayudar a su familia a ACERCARSE A LA REALIDAD en la que viven y conviven. Porque es ahí, donde se encuentran los desafíos, las esperanzas y anhelos más profundos, los dolores y heridas, las luchas que se afrontan para vivir o sobrevivir, así como los sufrimientos más sentidos que originan los conflictos que se viven de manera individual y colectiva.
Ella, con su crítica y reflexión, nos recuerda que el primer paso para buscar el bien de todos es ESCUCHAR LOS GRITOS DE LAS PERSONAS Y DE LOS LUGARES donde nos encontramos y luego analizarlos a profundidad para buscar juntos las soluciones adecuadas que beneficien a todos.
La actitud y manera de pensar de Caro nos dice que, abrir los ojos y alertar los oídos en la realidad donde vivimos y convivimos, necesariamente nos pedirá ponernos en movimiento y dejar nuestra zona de confort para enrolarnos en las filas de aquellos que buscan transformar la realidad de corrupción, injusticia y muerte en una realidad más justa y fraterna, donde todos tienen las condiciones que favorecen una vida digna porque pueden satisfacer todas sus necesidades básicas: alimento, vivienda, salud, educación, ocio, vestido…
Podríamos concluir, a partir de lo que Caro nos dice, que estar atentos a la realidad hará que, como personas bautizadas, hagamos presente ahí donde estamos, a la Iglesia que se siente parte de la sociedad en la que se encuentra y por eso, retomamos su enseñanza que dice:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón (Gudium et Spes 1).
PARA RECORDAR:
Seguimos a Jesús no a un líder político. Por eso, somos libres de juzgar las ideologías, sus propuestas, sus resultados...
Dios es nuestro Papá y por eso, así como Él VE, ESCUCHA, CONOCE, BAJA y HACE SUBIR, así también nosotros vemos, escuchamos todas las voces, investigamos, profundizamos, buscamos mejorar la realidad y no hacemos juicios viscerales, a la ligera, superficiales, sino con conocimiento de causa y efecto, buscamos el bien de todos.
Somos personas INTELIGENTES, es decir, no nos quedamos solamente en la superficie de los discursos, de los acontecimientos o de aquello que percibimos. Miramos más a fondo hasta llegar a las causas y también los efectos de bien o de mal que tienen en las personas y en la sociedad en general.
No nos "duelen" las críticas o juicios negativos que puedan hacer del líder o partido político con el que simpatizamos, porque sabemos que todos tienen errores y aciertos. Nosotros estamos para ayudarlos a servir mejor no para "endiosarlos". Por eso también, identificamos, reconocemos y señalamos las luces y sombras de las ideologías políticas y de sus líderes, incluidos los líderes e ideologías con las que comulgamos. Lo que a nosotros nos interesa es el bien común, porque eso es lo que agrada a nuestro Padre Dios.
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