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Foto del escritorJoel Cruz Reyes

Laicos: presencia de la Iglesia en la sociedad

La conciencia de una misión social enfocada en la justicia, la paz y la vida


En todas las épocas de la historia hombres y mujeres laicos reaccionan contra ideologías que degradan la dignidad humana buscando y elaborando propuestas desde los principios de su fe cristiana, para salvar la dignidad de las personas y favorecer procesos de justicia y paz para todos.


En la mitad del siglo XVIII la revolución industrial, las doctrinas materialistas y el socialismo generaron nuevas realidades y situaciones humanas, que la Iglesia denominó “la cuestión social”. El pensamiento que se estaba imponiendo afirmaba que el ser humano era naturalmente bueno. Por eso mismo, todo individuo debía seguir las tendencias de su naturaleza; en este sentido, la cuestión económica había que dejarla desarrollar con total libertad.


Era la filosofía de “Dejar-hacer, dejar pasar” (Lassez faire, laissez passer) que proponía dejar que el mundo vaya por sí solo. Esto significaba que el Estado mismo debería desinteresarse de los hechos económicos, limitándose a proteger la libertad de la economía frente a los ciudadanos. Fue como la “canonización” del individualismo en la sociedad ya que planteaba que el interés de la colectividad era la suma de los intereses de los individuos.


Esta “libertad natural” desembocó en la esclavitud de los trabajadores bajo la mirada “indiferente” del Estado. La libertad del trabajador se limitaba a aceptar el contrato del capitalista o arriesgarse al hambre. Por largas horas, hombres y mujeres, niños y ancianos debían trabajar en las fábricas, dejar el campo y concentrarse en barrios urbanos miserables.



Ante esta realidad, muchos cristianos católicos vieron la urgencia de retomar el Evangelio en perspectiva social. Ciertamente esto generó conflictos entre cristianos porque muchos se cuestionaban sobre la posibilidad de legitimar una especie de “cristianismo social”, tal vez por el desconocimiento de la historia de la Iglesia. De hecho, cualquiera que conoce el caminar de la Iglesia en el tiempo, sabe que la cuestión social siempre ha estado vinculada a la acción del cristiano católico.


En la Edad Media, por ejemplo, el Evangelio era aplicado en las relaciones sociales, sobre todo abordando el problema de la usura. De hecho, los cristianos debían confesarse y pedir perdón por violar el precio justo de las mercancías, las relaciones con los patrones o trabajadores, sobre los contratos y los préstamos. Esta visión integral de la vida cristiana se fue perdiendo con el Humanismo y la Reforma que ponían en cuestión el rol de la Iglesia en el mundo y en las cuestiones sociales.



Ante una sociedad que avanzaba en una perspectiva menos teocéntrica y más antropocéntrica, la Iglesia se concentró en la defensa y definición de los dogmas de tal manera que eso le fue restando espacio y protagonismo en el orden político-económico y se fue encerrando en lo que se consideró “estrictamente religioso”, dejando el camino abierto a un estilo de vida más autónomo y cada vez más extraño al Evangelio.


El aparente “divorcio” entre fe cristiana y vida cotidiana que se iba imponiendo hizo que algunos cristianos - unos desde la doctrina y otros desde la acción - comenzaran a insertarse en la sociedad aplicando principios cristianos a los hechos nuevos de la vida social, intentaban construir - sobre principios evangélicos, las enseñanzas de los Padres y Doctores de la Iglesia - un sistema cristiano-social para oponerse a los sistemas liberal y marxista.

El marxismo surgió como reacción al individualismo capitalista, buscando en los hechos sociales, un principio de socialización de la tierra y de los medios de producción, también basados en la “ley natural”. Era un principio que ponía al centro de la vida el hecho de la producción (el trabajo) eliminando el libre arbitrio de las personas.


Podríamos afirmar que la segunda mitad del siglo XVIII y la segunda mitad del XIX, se afirmaron fuera de los principios cristianos y con la influencia de dos corrientes materialistas: la primera liberal, se declaraba arreligiosa; la segunda, afirmaba que la religión era el opio del pueblo, se declaraba antirreligiosa. Para los marxistas la religión era la guardiana del capitalismo, la enemiga del proceso social, era necesario destruirla junto con las otras formas de opresión social.



Muchos cristianos supieron percibir que tanto las tendencias liberales como las marxistas-comunistas, desembocaban en una actitud y comportamiento antirreligioso y antisocial: el individualismo de una disolvía la organización social mientras el colectivismo de la otra anulaba la personalidad humana; y las dos tendencias renegaban implícita y explícitamente de las leyes del Evangelio.


Por esta razón, reaccionaron contra el liberalismo primero y después contra el socialismo, buscando precisar positivamente una doctrina cristiano-social capaz de ofrecer una solución a los problemas económicos nuevos y a las nuevas relaciones de clase. Era un intento de buscar normas prácticas desde el Evangelio para la actividad social, ciertamente eran varias tendencias que surgieron dentro de este movimiento laical cristiano. Había algunos que negaban que la enseñanza de Cristo tuviera algo que ver con la cuestión social, mientras que otros afirmaban encontrar en el Evangelio, las soluciones concretas para los problemas económicos y políticos.



Cuando hablamos de “iglesia” no debemos entender solamente “clérigos”, religiosos, religiosas o incluso solamente esos círculos de hombres y mujeres laicos que desempeñan roles de apoyo pastoral o cultual en las actividades religiosas en sus parroquias o movimientos eclesiásticos.

La Iglesia son también, y sobre todo, esos laicos que generan movimientos y corrientes de pensamiento y acción basados en sus principios de fe cristiana.

Esto fue lo que sucedió en los orígenes de lo que hoy conocemos como “Doctrina Social de la Iglesia”, es decir, el movimiento de laicos que surge como reacción a las ideas liberales promovidas por pensadores ingleses y franceses abrió el camino a esta Doctrina que hoy es la guía oficial de la Iglesia para la acción del cristiano en el mundo.

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