« El reino de Dios no es comida ni bebida sino justicia, paz y gozo»
(Rm 14, 17).
OBJETIVOS:
Reconocer que todos queremos paz ahí donde vivimos y convivimos.
Aceptar que sembrar la paz es deber de todas las personas independientemente de su credo o ideología.
PUNTO DE PARTIDA:
Detente un poco, guarda silencio y trae a tu mente el lugar donde vives y convives, las situaciones personales, familiares, laborales, sociales… luego responde las siguientes preguntas: ¿Hay paz en ese lugar y en esas personas? ¿Por qué? ¿Querrán vivir en paz? ¿Qué piensas?
PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA:
Carlos estudia en la Ciudad de México. Fue a visitar a sus papás que viven en un pueblito de Michoacán y quiso salir a pasear en la noche como lo hacía cuando vivía ahí. Quería ir a visitar a sus amigos que vivían por ahí cerca pero sus papás le dijeron que no saliera porque a esa hora ya era muy peligroso andar por las calles del pueblo. Le dijeron que esos hombres que se paseaban por las calles y que se ponen en las entradas del pueblo, son quienes están atemorizando a la gente.
Su mamá comenzó a contarle cómo se han dado balaceras entre las bandas que se andan peleando los pueblos de la zona, cómo han matado a algunos jóvenes. Que la gente está con mucho miedo porque hace unos días la banda que se estableció en el pueblo, pegó carteles diciendo que a partir de las 8 de la noche, quien ande en la calle le darían un balazo. Por eso, antes de esa hora, todos se encierran en sus casas.
Justo estaba contando eso cuando se comenzaron a escuchar balazos y su mamá corrió a cerrar las cortinas de las ventanas. Carlos se asustó y no podía creer cómo, en tan poco tiempo, su pueblo había cambiado tanto para mal. Le parecía que estaba en una zona de guerra. Le preguntó a su mamá: ¿Qué vamos hacer? Y ella le dijo: nada hijo, solo esperar a que se vayan.
CONTENIDO DEL TEMA
Como seguramente sabrás, porque has visto o escuchado en la televisión, leído en los periódicos o incluso te ha tocado ver cómo la violencia está sembrando miedo en la gente y está matando a muchos, nuestro país está viviendo un tiempo oscuro. La ola de violencia y crimen está llegando a casi todos los rincones de México. Ciertamente la violencia no es desconocida, porque casi todos la usamos en algún momento, como herramienta, para conseguir algo que queremos, pero no estábamos habituados a la violencia homicida que está ensombreciendo los lugares donde vivimos y convivimos.
Se habla de regiones, pueblos y ciudades que están sitiadas por bandas criminales. Incluso de territorios extensos que abarcan varios estados del país señalados como zonas peligrosas porque ahí parece gobernar el crimen organizado y tiene a la gente sometida a sus intereses y caprichos, utilizando la extorsión y el homicidio como medios para controlar a quienes viven en esas zonas.
Son cada vez más evidentes las consecuencias de este tipo de violencia: desconfianza, miedo, ansiedad, estrés, migración de familias enteras buscando lugares seguros donde puedan conservar la vida, pueblos abandonados, negocios cerrados, campos sin cultivar… toda una variedad de males que nos están afectando a todos.
Si a esto sumamos otras violencias como aquellas que se dan contra los niños, las mujeres, los campesinos, las diversas minorías sociales,… no hace falta mucha imaginación para darnos cuenta que se está forjando un nuevo ser humano que, cada vez más, piensa que solo utilizando la violencia y matando al otro, se puede vivir en paz y mejor.
¿Cómo acompañar a este nuevo tipo de ser humano? ¿Cómo hacer para que su conciencia no asimile la violencia como valor y por lo mismo no la “normalice”? ¿Cómo hacer para que no se vuelva un homicida? ¿Cómo hacer para que no se vuelva victimario de sus semejantes? Ciertamente hay muchas personas que ya están haciendo algo para frenar a la violencia en sus diversas manifestaciones, pero no son suficientes. Hace falta que también tú te sumes a estos esfuerzos.
Desde nuestra pequeñez y aparente impotencia, nos toca enfrentar al gigante Goliat del que nos habla la Biblia (1Sam 17). Ese gigante de la violencia que amenaza con aplastar a las personas. ¿Podemos enfrentar a este gigante y derribarlo? ¿Cómo? La tentación es decir “no podemos”. Que no tenemos las fuerzas, ni los medios, ni la capacitación y entrenamiento para enfrentarlo. Pero la Voluntad de Dios es otra, nuestro Papá no quiere que la violencia y la muerte siga ganando terreno en las personas, sus familias, sus entornos… Él quiere que la paz reine en todos y cada uno de sus hijos e hijas y, por eso, nos llama a convertirnos en “artesanos de paz”.
Todo ser humano anhela la paz, es el deseo más profundo de toda persona: un entorno donde se respire libertad, seguridad, fraternidad, donde se encuentre la vida y no la muerte… de muchas maneras la gente pide vivir en paz. Sus plegarias se elevan a Dios y, Él escuchando estos gritos, nos llama a todos a sumarnos a quienes ya están caminando en la siembra y construcción de este anhelo personal y social.
La intimidación de los criminales y la indolencia o incompetencia de las autoridades, nos obliga a asumir una presencia sembradora de paz, siguiendo el estilo del artista. El artista quizá no es fuerte, pero si puede transformar con delicadeza y dedicación la aspereza en algo bello. Su presencia inofensiva y su trabajo es capaz de “domesticar” el salvajismo del violento. Este es el camino que Dios quiere que sigamos: entrar en un ambiente de lobos no como otro lobo más sino como una oveja que no tiene ninguna arma más que “la cabeza” para defenderse o atacar (Mt 10, 16-23).
La inteligencia, la astucia de la serpiente y la sencillez de la paloma, cualidades sugeridas por Jesús a sus discípulos (Mt 10, 16), es lo que intentaremos desarrollar en este taller, de tal manera que el trabajo por la paz, se convierta en un “arte” que hasta la violencia se detenga a contemplar la belleza del Reino de Dios que es Justicia, paz y gozo ahí donde vivimos y convivimos.
ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS
Nos ponemos de pie. Leer el siguiente texto bíblico:
"El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida; es ante todo justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo. Quien de esta forma sirve a Cristo, agrada a Dios y también es apreciado de los hombres. Busquemos, pues, lo que contribuye a la paz y nos hace mejores a todos”. (Rm 14, 17-19)
SILENCIO Y REFLEXIÓN
Reflexionemos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.
CONFRONTAR NUESTRA REALIDAD PERSONAL CON LA PALABRA DE DIOS
Para compartir:
¿Qué te hace pensar el texto que escuchamos a partir de lo que hemos compartido?
¿Deseas la paz? ¿Por qué?
¿La estás buscando? ¿Cómo?
¿Te gustaría participar en alguna iniciativa por la paz? ¿Por qué?
ORACIÓN COMUNITARIA
De manera espontánea expresar en voz alta la oración que Dios haga surgir de su corazón.
COMPROMISO
Dedica un tiempo todos los días, para rezar por la paz de manera personal. Si te es posible hacerlo en familia, con algunas amistades o con tu grupo, sería muy bueno también. Si puedes, comienza a investigar, cerca de ti, si existe alguna iniciativa por la paz y cómo se puede participar en ella.
ORACIÓN Y DESPEDIDA:
Hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio lleve yo tu amor,
donde haya injuria, tu perdón Señor,
donde haya duda, fe en ti.
Hazme un instrumento de tu paz.
Que lleve la esperanza por doquier.
Donde haya oscuridad lleve tu luz;
donde haya pena, tu gozo Señor.
Maestro ayúdame a nunca buscar
querer ser consolado, como consolar,
ser comprendido como comprender
ser amado, como yo amar.
Hazme un instrumento de tu paz,
es perdonando que nos das perdón,
es dando a todos, que Tú te nos das,
muriendo es que volvemos a nacer.
(Oración de San Francisco de Asís)
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