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5. SER PERSONAS MISERICORDIOSAS

Comprender la miseria del corazón humano

FRASE PARA ESCRIBIR EN UN LUGAR VISIBLE A TODOS:

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6, 27)

OBJETIVOS DE LA REUNIÓN:

  • Reconocer la importancia de comprender y aceptar la limitación humana en la convivencia cotidiana.

  • Practicar la misericordia desde una visión más humana y fraterna con las personas con las que se convive.

REVISIÓN DEL COMPROMISO ANTERIOR:

Comparte lo que descubriste al revisar qué tanto usas la razón en tu vida diaria. ¿Comenzaste a revisar tus acciones y actitudes al finalizar el día? ¿Hiciste tu hoja para visualizar tus acciones y actitudes cotidianas para ver cuáles son razonadas, pensadas o meditadas y cuáles no? ¿Si se va haciendo hábito o costumbre que al final de cada día revises, analices, reflexiones y evalúes tus acciones y actitudes? ¿Cómo te sientes ahora?


VEAMOS UNA EXPERIENCIA:

Martina llegó muy triste a la reunión de agentes de pastoral de la parroquia. La razón fue que su hijo Jonathan llegó enojado y apenado porque unos amigos de la universidad lo invitaron a una fiesta y ahí lo presionaron para que probara la marihuana o la mota, como le dicen muchos jóvenes y dice que no pudo negarse, porque la presión y burlas de los amigos son muy fuertes si no lo hacen.

Los profesores y todos sus compañeros de clases tienen muy buena imagen de él porque es uno de los mejores alumnos y siempre se ha caracterizado por su responsabilidad y seriedad en la escuela. De hecho, con frecuencia es puesto como ejemplo de estudiante ante los alumnos. Algunos de sus compañeros y profesores se enteraron de que Jonathan estuvo en esa fiesta donde terminaron todos drogados. Esto escandalizó a muchos, incluso, algunos lo ven con desconfianza y se han alejado de él y, más de un profesor le ha manifestado su decepción porque demostró ser como muchos estudiantes que no toman los estudios con seriedad, responsabilidad y compromiso.

Ahora Jonathan no quiere ir a clases sobre todo a las de las materias que dan los profesores que le han manifestado su decepción hacia su persona. La vergüenza que siente es tanta que se imagina que todos lo ven con desconfianza y desprecio. Ha bajado su entusiasmo para los estudios y se está aislando de sus compañeros, de sus amigos y también de algunos familiares que lo han reprendido por haberse juntado con personas que consumen drogas. Martina no sabe cómo reanimarlo porque dice que solo cometió un error y eso le está dañando la vida.

 

REFLEXIÓN PARA COMPARTIR:

En el tema anterior dijimos que el amor desconectado de la razón puede llevarnos a muchos errores y males en nosotros mismos y en los demás. Que cuando no conectamos nuestras acciones, actitudes y palabras con la razón, podemos arrepentirnos al mirar los efectos de mal que pueden tener en nuestra persona y en quienes viven y conviven con nosotros. Que los sentimientos y emociones pueden oscurecer nuestra convivencia si no pensamos, analizamos, discernimos o meditamos antes de darles poder en nuestra existencia cotidiana.

También señalamos que, como seres humanos, con frecuencia hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que queremos y, esto sucede porque no siempre pensamos y medimos las consecuencias, de bien o de mal, antes de abrir la boca o de actuar. Por eso, dijimos, la razón debe ser muy valorada por nosotros, sobre todo si queremos pasar nuestra vida haciendo el bien como Jesús.


Otra capacidad muy humana y valiosa que nos hace semejantes a Dios, nuestro Papá, es la “misericordia”. De hecho, Jesús nos dice que, si queremos ser de verdad “imagen y semejanza de Dios”, debemos ser “personas misericordiosas” (Lc 6, 27). Esta es la razón principal por la que debemos considerar a la “misericordia” no solamente como una “virtud” que tienen algunos, sino como condición indispensable para ser reconocidos como hijos o hijas de Dios por su parecido o semejanza con Él. Es decir, la “misericordia” debe ser, para todo cristiano, un aspecto muy valorado y valioso que debe reflejarse en su existencia cotidiana para poder decir que Dios es su Papá.

¿Pero cómo entender la misericordia para que los demás vean y sientan a Dios presente ahí donde vivimos y convivimos? Para esto siempre es bueno comprender el término desde sus raíces, es decir, desde su significado profundo y original, para que podamos identificar sus implicaciones en nuestra convivencia cotidiana. En este sentido, la palabra “misericordia” tiene como raíces los términos latinos “misere” que se refiere a la miseria o necesidad y “cordis” que significa corazón.


La palabra “misericordia”, entonces, nos lleva a mirar la “miseria del corazón humano”, es decir, la miseria de mi corazón, del tuyo, del de los demás. Esa condición de carencia, límites, degradación, de indigencia humana, moral, espiritual, afectiva… que padece el corazón del ser humano con el que vivo y convivo cotidianamente. En este sentido, el primer corazón humano con el que tengo contacto diariamente y en todo momento, es el mío. Por eso, si quiero de verdad ser una persona misericordiosa, debo comenzar por mirar cómo está mi corazón, cuáles son sus carencias, sus límites afectivos, morales, espirituales… acercarme a él, comprenderlo, acompañarlo y poco a poco ir liberándolo de esa indigencia humana.

Ser misericordioso con uno mismo es la primera misión que Dios nos encomienda para poder ayudar a sanar a los demás corazones en la familia, en el trabajo, en la sociedad, en el mundo. Reconocer, aceptar y abrazar la miseria de nuestro corazón, es la primera condición que nos pide Dios para poder ser semejante a Él que es misericordioso. El primer lugar para practicar la misericordia, entonces, es mi persona. Esto hará que no asumamos el papel de jueces implacables e injustos con nosotros mismos y con quienes vivimos y convivimos. Porque si logramos comprender la miseria de nuestro propio corazón, sin duda, lo podremos hacer con los demás corazones.

Muchos de los males que vivimos y nos hacemos mutuamente, sea en ámbito familiar, laboral, vecinal, social e incluso eclesial, es porque no somos capaces de acercarnos a la miseria de nuestros corazones. Nos olvidamos de que somos humanos y, por lo mismo, limitados, imperfectos, carentes en muchos sentidos. Olvidamos que nos necesitamos unos a otros para mejorar nuestras personas, nuestras existencias, nuestros entornos. Porque nadie puede crecer y desarrollarse sin los demás. Olvidamos que Dios nos puso en medio de los demás no para ser jueces implacables e intolerantes con sus límites, sus carencias, sus errores… sino para ser compañeros de camino hacia la dignidad humana y divina que comienza en el corazón de cada uno.

Caminar en nuestro corazón y en el corazón de los demás, no solamente nos hará más comprensivos, pacientes y tolerantes ante los límites personales y de los demás, sino también nos hará capaces de transformar la miseria de nuestros corazones en luces para iluminar y comprender mejor nuestra convivencia en el plano del perdón, de la reconciliación y la colaboración, es decir, de la necesidad de trabajar juntos para salvarnos todos de la soledad y de la muerte.

La violencia es fruto de la impaciencia, la intolerancia y la incomprensión cuando nos creemos mejores que los demás y por eso, la arrogancia de sentirnos perfectos y de que no cometemos errores o que no nos equivocamos es, en realidad, la negación de la “imagen y semejanza con Dios” en nuestra persona y en nuestra convivencia cotidiana. Y, aunque digamos que somos hijos de Dios, los demás no verán en nosotros ningún parecido con quien decimos que es nuestro Papá.

ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS

Nos ponemos de pie. Leer el siguiente texto bíblico:

 

“Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” (Lc 6, 36-37)

SILENCIO Y REFLEXIÓN

Reflexionemos en silencio.

 

PARA COMPARTIR:

  • ¿Qué te hace pensar el texto que escuchamos a partir de lo que hemos compartido?

  • ¿Cómo está tu corazón actualmente? ¿Crees que está bien o sientes que lleva heridas que no sanan?

  • ¿Comprendes la condición actual de tu corazón?

  • ¿Tienes misericordia contigo?

  • ¿Sabes cómo está el corazón de las personas con las que convives cotidianamente o no tienes idea de su condición?

  • ¿Crees que las personas con las que convives tienen su corazón herido? ¿Por qué?

  • ¿Así como eres y tratas a los demás crees que eres una persona misericordiosa?

  • ¿Te pareces a Dios? ¿Por qué?

ORACIÓN COMUNITARIA

De manera espontánea expresa en voz alta la oración que Dios haga surgir de tu corazón.


COMPROMISO

PARA TU PROYECTO VIDA. Dedica un tiempo suficiente para hacer un “diagnóstico” de tu corazón. Es decir, detente un poco para visualizar la miseria que hay en él. En silencio y, si es posible, en una actitud y clima de oración personal ante Dios, haz una lista de carencias, límites, necesidades, de eso que consideras que no te dejan ser fuente de bondad, de tolerancia, de paciencia y comprensión de los límites, errores y carencias de los demás. Una vez que tengas a la vista la situación de la miseria de tu corazón, busca a una persona con la que puedas conversar y apoyarte para ir sanando tu interioridad y así, tu proyecto de vida no se quede en ideas o en buenas intenciones en el papel y no se haga realidad.


ORACIÓN FINAL:


Danos un corazónGrande para amar

Danos un corazón fuerte para luchar


Pueblos nuevos, creadores de la historia

Constructores de nueva humanidad

Pueblos nuevos que viven la existencia

Como riesgo de un largo caminar


Danos un corazón

Grande para amar

Danos un corazón fuerte para luchar


Pueblos nuevos, luchando en esperanza

Caminantes, sedientos de verdad

Pueblos nuevos sin frenos ni cadenas

Pueblos libres que exigen libertad


Danos un corazón

Grande para amar

Danos un corazón fuerte para luchar


Pueblos nuevos, amando sin fronteras

Por encima de razas y lugar

Pueblos nuevos al lado de los pobres

Compartiendo con ellos techo y paz


Danos un corazón

Grande para amar

Danos un corazón fuerte para luchar

Danos un corazón

Grande para amar

Danos un corazón fuerte para luchar


 

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