Curar el corazón de la bestia salvaje
En la convivencia dialogante que tenemos con el sentir, el pensar y el actuar de la gente, uno se va dando cuenta que, en el fondo, las personas tienen puntos de vista comunes sobre la sociedad. Algunos puntos de convergencia son esperanzadores, pero otros son tremendamente angustiantes para quien sueña un mundo más justo y fraterno. Te comparto algunas visiones comunes que me preocupan:
La sociedad: una selva donde viven criaturas salvajes y despiadadas
Conversando con la gente me doy cuenta que muchos coinciden en que la sociedad es como una gran selva donde criaturas salvajes y despiadadas se esconden detrás de los arbustos con las garras preparadas y los colmillos afilados a la espera de su presa. Por eso aconsejan ser “precavidos” y no confiar en nadie.
En esta lógica, cada vez más común, confiar en alguien es lo más tonto que un ser racional puede hacer. En este sentido, la desconfianza pasa a ser la “norma” de la convivencia entre las personas. Me apena constatar con frecuencia que la desconfianza es la “herramienta” más utilizada para vivir en cualquier parte como garantía de bienestar personal.
La sociedad: un campo de batalla
Me he encontrado con muchos otros que están convencidos que la sociedad es como un campo de batalla donde las personas se arman y se muestran amenazantes, de tal manera que el único modo de sobrevivir es también armarse hasta los dientes, mantenerse a la defensiva y en “posición de ataque” para no ser sorprendidos por los “enemigos”.
Quienes ven la sociedad así, aconsejan ser rudos, cautelosos, desconfiados, observadores… porque todo lo que nos rodea atenta contra nosotros, nadie tiene buena intención. La convivencia y las relaciones en esta perspectiva, se convierten en movimientos estratégicos y calculados para hacer caer a los demás y mantenerse en pie utilizando todos los medios posibles.
Una conducta “amigable” y una “sonrisa gruñona” de perro cuando ve que alguien se acerca para robarle su hueso, son las herramientas indispensables en este mundo donde todos luchan contra todos. Muchos dicen que con estas actitudes y comportamientos, podemos llegar a triunfar en el mundo que vivimos.
La sociedad: un lugar lleno de monstruos
Yo creo que estás pensando lo mismo que yo: mucha gente, por desgracia la mayoría, tiene una visión distorsionada del ser humano y del mundo, por eso la desilusión e insatisfacción gira en torno a su vida. Desconfían demasiado, la incredulidad les quita la paz.
En los demás no ven más que seres impredecibles e inexplicables que en cualquier momento les pueden hacer daño. Por eso la ansiedad, los nervios, la preocupación y aprensión siempre los pone a la defensiva. ¡Qué infelicidad! Un estilo de vida frío y calculador está convirtiéndose en la norma de nuestro mundo.
El temor a los demás está creando en nuestra sociedad una serie de mecanismos que no son favorables a la vida humana. Parece que todo está encaminado a hacernos ver al mundo lleno de monstruos enormes, que nos empuja a vivir como zorros astutos que se acercan estratégicamente a ellos, para descubrir sus puntos débiles y derribarlos, o bien para saber cómo escabullirse y escapar sin afectar nuestros intereses.
Cada vez más nos están convenciendo de que es necesario ser nerviosos, suspicaces, obsesionados, siempre preocupados… los “expertos” del mundo de hoy dicen que estas son cualidades que debemos buscar para poder triunfar en este mundo y ser inspiración para los demás. Porque seremos personas que no reciben ninguna bala por la espalda, sino por el contrario, seremos individuos que saben vivir en este mundo porque sabemos disparar antes que los demás.
Dicen que debemos convertir nuestra paranoia en algo organizado, funcional y táctico para que se convierta en fuente de bienestar personal. ¿Los medios? No importan, los que sean, lo importante es sobrevivir, sobresalir, triunfar… los demás no importan, son unos monstruos a los que hay que aniquilar.
Una cuestión de corazón
Nuestro mundo no siempre es un campo de flores, cierto, también es un campo donde encontramos muchas plantas espinosas que hacen daño y causan heridas profundas que difícilmente pueden sanar sin dejar cicatrices.
El comportamiento de las personas que acompañamos puede hacernos pensar en la parábola del trigo y la cizaña que Jesús un día contó a sus discípulos para que comprendieran la realidad humana y el mundo en el que vivían (Mt 13, 24-30). Quería hacerles comprender que el ser humano y el mundo están llenos de luces y sombras; que todo ser humano es tan capaz de generar vida, de hacer el bien, pero también es capaz de crear mecanismos encaminados a hacer mucho mal, dependiendo de quién habita en su corazón.
Por eso Jesús les dijo a sus discípulos que si querían cambiar la realidad, era fundamental comenzar por el corazón de la persona (Mt 15, 10-19), porque es de ahí donde se origina el bien o el mal que envuelve el mundo. Pero… ¿A quién le interesa hoy el corazón del ser humano? ¿A quién le interesa acompañar y reparar tantos corazones destrozados por estas visiones inhumanas? ¿A quién le interesa gastar su vida para humanizar estos corazones? Tal vez tú, si te atreves a mirar con los ojos de Dios este mundo empobrecido, si te atreves a soñar y creer que otro mundo es posible.
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