¿Qué estamos haciendo para la gente no se hunda y se ahogue en la adversidad?
En 1951, en su mensaje de Navidad, el Papa Pío XII afirmó que “Dios jamás es neutral ante las cosas humanas ni ante el curso de la historia, y por eso tampoco puede serlo la Iglesia.”[1] Esta afirmación la confirmo en el acompañamiento que doy por internet todas las noches, a laicos y laicas que gastan su vida en un trabajo pastoral, social, o simplemente participando en manifestaciones sociales para expresar su inconformidad con la situación socioeconómica, política y cultural que se vive.
Dios es ciudadano en nuestra sociedad
La presencia de estos laicos y laicas en diversas iniciativas que buscan la justicia, la paz y la fraternidad social en diversos ámbitos de la vida humana, es la manera más visible a través de la cual la Iglesia muestra cómo Dios y el ser humano comparten una misma historia; cómo Dios, a través de ellos y ellas, tiene “cédula de ciudadano”. Por eso mismo, tiene todo el derecho y el deber de insertarse como sujeto en la sociedad para mejorarla. Nadie tiene por qué limitar su participación para buscar el bien común.
En estos días, las circunstancias en las que se encuentran quienes participan en estos espacios virtuales de acompañamiento, me obliga a meditar, reflexionar y contemplar a Jesús caminando sobre el mar (Mt 14, 22-33), teniendo en mente que, en la Biblia, el mar o las aguas tienen un sentido de destrucción y de muerte (Gn 1, 1-2; Gn 7; Ex 14, 26-29). Porque actualmente estas personas están acompañando situaciones de destrucción y de muerte en sus pequeñas comunidades de Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Estado de México, Chihuahua, Baja California, Veracruz y Oaxaca.
El catecismo y la oración ya no son suficientes
Cada vez más me cuentan de situaciones de personas que han perdido uno o más familiares por la violencia que se está normalizando en sus pueblos. Que sin estar capacitados y sin contar con los medios necesarios tienen que acompañar a mujeres viudas, a niños y niñas que se han quedado huérfanos porque sus padres fueron asesinados y no hay lugares a donde puedan acudir y, mucho menos, personas que al menos los puedan consolar y hacer sentir que no están solos en esa situación.
Esta nueva realidad humana que está buscando consolación y acompañamiento, dicen, está llegando a sus parroquias y a sus casas, porque buscan con quién hablar, alguien que los escuche y, si es posible, les ayude a salir o superar lo que están padeciendo. Ya el catecismo y los espacios de oración, dicen, no son suficientes para consolar y acompañar a la gente. Cada vez más están sintiendo que, en esas condiciones de vida en sus comunidades, su misión es otra: abrir caminos para que la paz pueda llegar a las personas, las familias, las comunidades…
Todos desean la paz
La paz, dicen, es lo que más desean pero la gente tiene miedo de hablar de ella, de pedirla, porque algunos que han intentado reclamar o impulsado iniciativas de paz han sido amenazados, desaparecidos o matados. Ellos y ellas mismas, dicen, tienen miedo de hablar abiertamente de la necesidad de paz y, sienten que no tienen la capacitación para enfrentar y acompañar esta realidad, donde la violencia está dictando qué hacer y qué no hacer.
Esto que me cuentan, dibuja en mi mente esa situación que los discípulos de Jesús estaban viviendo, intentado atravesar el mar en su pequeña barca envuelta en la oscuridad, agitada por las olas y con el viento en contra. El miedo se apoderó de ellos, comenzaron a sentir y creer que su barca no resistiría la inclemencia de la tempestad, que se hundiría y ellos morirían. Sabemos que muchos de ellos eran pescadores, es decir, el mar no les era desconocido. Pero la situación debió superar aquello con lo que estaban familiarizados y, ahora se encontraban ante un comportamiento aterrador del mar y del viento que superaba su comprensión y sus capacidades para navegar en esas condiciones.
Necesidad de acompañamiento y capacitación
Esta es la situación que percibo al escuchar a estas personas que caminan acompañando a la gente de sus comunidades. Esas comunidades y pueblos que parecen ser irrelevantes o simplemente no existen en las preocupaciones pastorales o políticas de las instituciones religiosas, sociales y estatales. Agentes de pastoral abandonados a su suerte sin que alguien se preocupe, al menos, en capacitarlos para que puedan afrontar esas nuevas condiciones de sus realidades locales y no terminen paralizados por el miedo.
La contemplación de esta realidad a la luz de la imagen de Jesús caminando sobre el mar, me dice que no es suficiente decir, a los agentes de pastoral y a las personas que están intentando hacer algo para que la paz llegue a sus comunidades, que “no tengan miedo”. Es necesario seguir el ejemplo de Jesús que les muestra cómo caminar sobre el mar, es decir, cómo no detenerse ni hundirse ante las situaciones y condiciones de destrucción y de muerte, en las que se encuentran ellos y ellas y las personas que acompañan en sus comunidades.
¿Cómo ayudar a estas personas a no detenerse y seguir caminando hacia la paz aún con sus miedos? ¿Cómo ayudarlas a adquirir seguridad ante los desafíos de esa nueva realidad que les llegó de manera inesperada? ¿Cómo hacerlos sentir y creer que no están solas en esas nuevas situaciones que viven y acompañan?
La experiencia me dice que no hay mejor forma de ayudar a una persona que busca mejorar sus condiciones de vida y la de sus semejantes que el acompañamiento y asesoría formativa, porque nuestra condición, temporal y limitada, no siempre nos permite caminar físicamente con cada una de ellas ahí donde viven, conviven y trabajan. Pero si saben de espacios físicos y virtuales donde encuentran recursos pedagógicos, espirituales y materiales para avanzar, aunque el miedo quiera paralizarlos, ellas se sentirán con luces y fuerzas suficientes para no desanimarse.
¿Qué espacios tiene tu parroquia, movimiento u organización para acompañar y capacitar a quien está trabajando o quiere trabajar por la pacificación de las personas y sus entornos? ¿Qué espacios se deberían abrir según tu opinión?
[1] Radiomensaje “La decimaterza” 24-12-1951.
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