LA DIGNIDAD HUMANA
FRASE PARA ESCRIBIR EN UN LUGAR VISIBLE A TODOS:
“La Iglesia ve en el ser humano, en todo ser humano, la imagen viva de Dios mismo.” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 105)
OBJETIVOS:
Descubrir el valor del ser humano desde la perspectiva de la Iglesia y sus implicaciones sociales en sus derechos y sus deberes.
Sintonizar pensamiento, estilo de vida y acción social con el pensamiento de la Iglesia sobre la dignidad humana.
PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA:
Carlos es un joven afrodescendiente que vive en un suburbio de la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Ahora está estudiando Derecho en la Universidad del Estado, porque sus padres no tienen lo suficiente para pagar una universidad privada. De hecho, él trabaja para poder pagar su carrera. Es uno de los pocos jóvenes afro que han logrado llegar a la universidad.
Desde pequeño se dio cuenta que no es un joven “normal” como todos, pues mucha gente en distintos ambientes, le hicieron ver que era “negro”. Ha sido víctima de los prejuicios raciales, a tal punto de ser llevado a la cárcel porque se encontraba en la esquina con otros jóvenes afro como él, conversando sobre la Biblia, pues él es también un agente de pastoral en su parroquia. Pero como la policía y mucha gente se deja guiar por la idea de que todo negro reunido es delincuente, no hubo cómo convencerla que Carlos y sus amigos no eran pandilleros ni ladrones.
Carlos cuenta que ya está acostumbrado a las humillaciones raciales, ya se acostumbró a escuchar constantemente ese dicho popular: “negro corriendo, ladrón; Blanco corriendo, deportista”. Cuenta también que cuando busca trabajo, no siempre le abren las puertas porque la gente piensa que va a robar o que es una persona agresiva y violenta. Por eso cree que muchos hombres y mujeres afros no encuentran trabajo: por los prejuicios raciales. Estos prejuicios no les permiten tener las mismas oportunidades que tienen otros jóvenes que no son afrodescendientes.
Está muy preocupado por los efectos que la discriminación racial de la sociedad tiene sobre los niños, los jóvenes y las mujeres afrodescendientes (quienes en una sociedad machista, además de ser mujeres, son “negras”). Está convencido que las experiencias discriminatorias que a diario tienen las personas afrodescendientes, hacen que se valoren poco, no se sientan libres y tengan una autoestima tan baja, que permite que muchos se aprovechen de esta condición y los exploten o simplemente los excluyan de los beneficios a los cuales todo ser humano tiene derecho.
Por estas razones él decidió estudiar Derecho. Su sueño es dedicar toda su vida a la promoción y defensa de los derechos humanos de los afrodescendientes. Él quisiera que en cada parroquia hubiera un equipo de personas que se dedicara a dar a conocer los derechos humanos y a la defensa de las personas más frágiles que no tienen recursos para contratar un abogado. Pero muchas veces se desilusiona porque cuando habla con los agentes de pastoral o con los párrocos, siente que piensan que está loco o que quiere meter a la Iglesia en “política”.
CONTENIDO DEL TEMA
La experiencia de Carlos descubre una sociedad donde el valor y la dignidad de las personas no es la misma. Una sociedad en la que no todos tienen el mismo trato, oportunidades y beneficios. La Doctrina Social de la Iglesia indica el modo como el cristiano debe mirar y valorar a todo ser humano. Algunos aspectos fundamentales en esta visión cristiana son:
a. El valor de la persona
Cuando hablamos de “dignidad humana”, nos referimos al “valor”, a “cuánto vale” el ser humano independientemente de la raza, condición socio-cultural o económica. En este sentido, como cristianos, no debemos olvidar que el ser humano ha sido “comprado” (redimido)[1] por Jesucristo y que ha pagado con su sangre, para que nadie lo “cosifique”, lo manipule o pisotee. Este hecho nos dice que el ser humano es algo precioso y de un valor incalculable porque “vale la Sangre de Cristo”, este es su verdadero valor. Por eso la dignidad humana es el bien más precioso que posee, que debe custodiar y defender.
b. El Misterio de la Encarnación define al ser humano
El Misterio de la Encarnación nos hace tomar conciencia que el ser humano es la medida de las cosas porque Dios asumió la condición humana y, precisamente por esto, el ser humano es el lugar de encuentro con Dios. Esta verdad de nuestra fe, se convierte en la razón principal por la que, cuando un ser humano, dondequiera que sea, no puede vivir con dignidad, para nosotros no es solamente un problema socio-económico-político, sino un problema de fe, porque no podemos creer en la Encarnación del Señor sin exaltar el bien del ser humano en todas sus dimensiones.
La encíclica Mater et Magistra señala esta dignidad “sagrada” desde donde se deben plantear las relaciones de convivencia humana.[2] De hecho, para el cristiano, el respeto a la dignidad humana de la persona, constituye el criterio fundamental a la hora de juzgar cualquier estructura, sistema político o programa social.
El Papa Juan Pablo II en su mensaje de navidad de diciembre del 1996, se refirió a la Navidad como la “fiesta de la humanidad”, porque con este hecho “nace el ser humano”, cada uno de los millones que han nacido, que nacen y nacerán en esta tierra. Ese ser humano que en la sociedad solamente forma parte de una estadística y se pierde en el anonimato convirtiéndose en un número. No es casualidad – nos dice el papa – que Jesús haya venido al mundo en el período del “censo” del emperador romano que pretendía saber cuántos “súbditos” tenía a su servicio. Con este acontecimiento (nacimiento de Jesús), el ser humano deja de ser un número, deja de ser objeto de cálculo para convertirse en “persona”.[3]
La Encarnación de Dios es el misterio que define al hombre como único e irrepetible y llamado por su propio nombre (Lc 1, 31). El Verbo encarnado – continúa el papa – es el comienzo de una nueva fuerza de la humanidad, una fuerza abierta a todo ser humano que lo convierte en “hijo de Dios” y, de este modo, la humanidad del hombre se convierte en “expresión” de la Palabra de Dios (Jn 1, 12). Todos deben aceptar y respetar esta verdad pronunciada por el Misterio de la Encarnación en el que vive cada uno de los seres humanos desde que Cristo ha nacido. Esta es la razón por la que no se puede destruir, humillar o discriminar a ningún ser humano.
c. El ser humano: diferente a los animales y las cosas
Los primeros tres capítulos del libro del Génesis nos relatan el modo en el que Dios creó todo lo que existe. Este relato nos dice que Dios creó las cosas y los animales diciendo simplemente “hágase”, haciéndolos surgir de la nada; en cambio para crear al ser humano, Dios como que entró en sí mismo, se habló a sí mismo y se dijo: “hagamos”, es como si se contemplara a sí mismo y quisiera “reproducir su imagen”.[4] Este gesto profundo de Dios nos dice que el ser humano no es cualquier cosa, ni ha sido creado para “existir” como las demás cosas y animales, sino para vivir una vida semejante a la de Él.[5]
Algunos dicen que el ser humano pertenece al mundo “animal”, esto sería reconocer que el ser humano para vivir, debe regirse por el instinto, la irracionalidad y la violencia, o peor aún, que puede ser “cosificado”, manipulado, comprado y vendido, como si fuera una mercancía. El Génesis nos dice que el ser humano aunque pertenezca a la naturaleza, es más “diferente” que “semejante” a los animales y a las cosas. Esto es lo que nos indica la Biblia cuando dice que «No había para el hombre ayuda semejante a él»[6].
Quien lee con detenimiento y atención el relato de la Creación, no necesita mucha imaginación para comprender que el ser humano es “humano” y es “imagen de Dios” cuando es distinto a las demás criaturas y es tratado de manera distinta a los animales y a las cosas. Al mismo tiempo, brota la conciencia y exigencia de vivir una vida semejante a la de Él y de promover este modo de vivir entre sus semejantes. Por eso cuando hablamos de nuestra dignidad y nuestra misión en el mundo de hoy, debemos tener muy presente que cada uno de nosotros está llamado a seguir el camino de la semejanza con Dios y no con el mundo.
d. Dignidad humana: derechos y obligaciones
El papa Juan XXIII en la Pacem in Terris (nn. 1-6), evocando a San Pablo (Rm 2, 15) dice que el Creador ha esculpido el orden en la conciencia y en el corazón del ser humano. La conciencia implica saber que existimos desde un conjunto de valores individuales, una claridad de derechos y deberes propios, saber quiénes somos y el efecto en las personas y el entorno, de aquello que hacemos, que no hacemos o debemos hacer.
La enseñanza social de la Iglesia señala (Pacem in Terris n. 5) que todo ser humano es “persona”, es decir, “una naturaleza dotada de inteligencia y voluntad libre; por lo tanto, es sujeto de derechos y deberes que se derivan de esta misma naturaleza: derechos y deberes que son universales, inviolables, inalienables”. La inconsciencia de esto es lo que hace al individuo “inhumano” (no humano) y capaz de generar situaciones y condiciones de muerte.
SÍNTESIS DEL TEMA:
La dignidad humana tiene como punto de partida la creación, hecho mediante el cual Dios ha esculpido su imagen y semejanza (Gn 1, 26) en cada ser humano. De esta verdad se deriva una dignidad incomparable que define la “naturaleza” del ser humano. De aquí se derivan los Derechos Humanos que no son “otorgados” por nadie (individuos, grupos o instituciones) fuera de Dios, sino que son y deben ser “reconocidos”, promovidos, custodiados y defendidos por todos de lo contrario se profana el Nombre y la Dignidad misma del Creador.
La dignidad humana y divina es igual en cada persona, esta es la razón última de los derechos humanos, estos derechos no dependen de lo étnico, lo racial o lo cultural. Cuando estos son garantizados en su globalidad, es decir, teniendo presente las necesidades básicas, el ejercicio de la libertad, la sociabilidad, la espiritualidad… entonces se puede decir que hay un culto en espíritu y en verdad a Dios que tiene una sola imagen: el ser humano.
Los elementos básicos que deben estar en la conciencia del cristiano sobre la dignidad humana, según la Doctrina Social de la Iglesia son:
Imagen y semejanza de Dios. El ser humano es una criatura a la que Dios como Padre le ha compartido su vida. Ser hijo de Dios es la raíz más profunda del ser de la persona. La dignidad humana brota del Ser mismo de Dios.
La fraternidad. La consecuencia relacional del ser humano como hijo de Dios es la fraternidad con todos los hombres y mujeres. Es de aquí donde se desprende la naturaleza social del cristiano. Debe quedar claro que todo ser humano se desarrolla dentro de una sociedad y vive en y para una sociedad. La dimensión social es esencial a la dignidad humana, de hecho, toda persona descubre y reconoce su valor en la convivencia y comunicación con los demás.
La corresponsabilidad. Dios ha creado al ser humano para ser señor y administrador de la creación. Es decir, toda persona tiene un lugar y una responsabilidad en la tierra, porque Dios le ha confiado la responsabilidad de custodiarla y cultivarla. La corresponsabilidad en función de un mundo más humano para todos es expresión fundamental de la dignidad humana.
ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS
Nos ponemos de pie. Cinco personas leen los siguientes textos bíblicos:
Génesis 1, 26-27; 2, 7-20
Juan 1, 14; 3, 16;
Hech 20, 28,
1Cor 6, 20; 7, 23,
Ap 5, 9.
SILENCIO Y REFLEXIÓN
Reflexionemos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.
CONFRONTAR NUESTRA REALIDAD PERSONAL CON LA PALABRA DE DIOS
Para compartir:
¿Las condiciones en las que se encuentran las personas que conoces, favorecen su ser imagen y semejanza de Dios? ¿Cómo?
¿Crees que la promoción y la defensa de los derechos humanos son responsabilidad de todo cristiano? ¿Por qué? ¿Cómo?
¿El concepto que Dios tiene del ser humano coincide con el concepto que tiene la mayoría de las personas que conoces?
ORACIÓN COMUNITARIA
De manera espontánea expresar en voz alta la oración que Dios haga surgir de su corazón.
COMPROMISO
¿Qué crees que te está pidiendo Dios en una sociedad como en la que nos encontramos? ¿Qué es necesario hacer de manera individual y comunitaria?
ORACIÓN Y DESPEDIDA
"¡Oh Señor, nuestro Dios,
qué grande es tu nombre en toda la tierra!
Y tu gloria por encima de los cielos.
Hasta bocas de niños y lactantes recuerdan tu poder a tus contrarios
y confunden a enemigos y rebeldes.
Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has fijado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él?
¿qué es el hijo de Adán para que cuides de él?
Un poco inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y esplendor.
Le has hecho que domine las obras de tus manos,
tú lo has puesto todo bajo sus pies: ovejas y bueyes por doquier,
y también los animales silvestres,
aves del cielo y peces del mar, y cuantos surcan las sendas del océano.
¡Oh Señor, Dios nuestro, qué grande es tu Nombre en toda la tierra!"
(Salmo 8)
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