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No somos "diablos"

  • Foto del escritor: Joel Cruz Reyes
    Joel Cruz Reyes
  • 28 mar
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 5 días

La máscara nos la puso quien nos despojó de nuestra humanidad

Nuestros antepasados fueron arrancados de África y traídos a la fuerza a América para trabajar y servir como esclavos. La razón por la que los capturaban, los compraban y vendían, era para generar más riqueza y poder para los imperios europeos de ese entonces. El poder y el dinero eran el motor de la esclavitud y, por eso, se utilizaban a quienes no tenían poder callando sus voces y quitándoles sus libertades. Privar de la libertad y de la voz propia, era la primera acción de la esclavitud, para luego utilizar a la persona para los fines e intereses de quienes se adueñaban de su cuerpo y de su vida.



En los tiempos del colonialismo en América, muchos esclavos africanos eran ENMASCARADOS POR SUS AMOS. Eran obligados a usar máscaras, sobre todo mientras trabajaban, ya que, como no siempre se les daba de comer o su alimentación era deficiente, podían tener la tentación de comer lo que trabajaban, sobre todo en el campo y, esto, podía disminuir las ganancias del amo.


Había esclavos que, al tener hambre, comían tierra para calmar esta necesidad y otros lo hacían intencionalmente para suicidarse y no seguir viviendo la tortura de la esclavitud. Por eso, sus propietarios, les ponían máscaras para evitar que se enfermaran y murieran, porque si morían ellos (los amos) perdían su fuerza de trabajo, su inversión (lo que pagaron por el esclavo) y su capacidad de generar riqueza disminuiría.



Era muy común que a los esclavos que se atrevían a “robar” algo para comer de las cosechas, le pusieran la máscara como castigo. Este artefacto era de hierro y solo lo podía quitar el capataz o el dueño de las tierras. Para esclavos que comían tierra, sobre todo quienes trabajaban en las minas, era común que les pusieran máscaras para evitar que robaran pepitas de oro comiendo tierra. Por eso, muchos esclavos morían por desnutrición.


La imposición de las máscaras a nuestros antepasados, además de matarlos por la desnutrición, los silenció y los acostumbró a vivir el dolor en silencio. No podían comer, no podían hablar, no podían cantar… La máscara era también para que no pudieran invocar a Dios, así como ellos lo conocían, para que no pudieran enseñar sus propias lenguas a sus hijos y solo aprendieran la lengua de sus amos. Con esto impedían toda esperanza y posibilidad de liberación en los esclavos.



En los tiempos de la colonia en América y también en México, para justificar la utilización de los africanos para el trabajo forzado mediante la esclavitud, se difundió la creencia de que los negros y sus descendientes no tenían alma y se les asociaba con la maldad, con el diablo que, en ese entonces, era representado con cuernos, pelos y pezuñas.


Esta visión o convicción social que se tenía en tiempos de la esclavitud hacía que quienes estaban de acuerdo con esta degradación humana, aunque fueran cristianos, no sintieran ningún remordimiento o cargo de conciencia ante la utilización de los africanos y sus descendientes para satisfacer los intereses de quienes se sentían sus dueños. Porque eran “diablos” y, por eso, se permitía toda serie de vejaciones, maltratos, humillaciones y torturas. Por eso veían la esclavitud como algo bueno y necesario para someter y tener bajo control a esa raza, que, según ellos, era “diabólica”.



El sufrimiento que la esclavitud provocaba en nuestros antepasados hizo que, con la máscara de diablos que la sociedad les impuso y, con ella, escondió su humanidad para que pudieran ser utilizados de diversas maneras para el beneficio de quienes se adueñaron de su ser, gritaran a Dios pidiendo PROTECCIÓN y LIBERACIÓN.



Así, vestidos de “diablos” por una sociedad cristiana, clamaban a Dios con el nombre que lo conocían o que aún resonaba en su memoria conectada con África. Por eso, el grito de ¡URRA! / ¡RUJA! Son el grito de los esclavos que se eleva a Dios pidiendo que los proteja y los libere de la esclavitud y de quienes los querían tener sometidos y sufriendo en silencio. URRA y RUJA les recuerda la presencia liberadora y protectora de Dios en África. Por eso, su memoria les sugiere traerlos a México donde, como esclavos, la necesidad de protección y liberación era urgente y vital.



Danzando con el rostro humano detrás de la máscara de diablo que la sociedad le impuso, el esclavo elevaba su clamor a Dios pidiendo que lo protegiera y lo liberara de la sociedad esclavista y deshumanizante. Ruja, se volvió el grito de conciencia liberadora y el símbolo de la liberación del yugo colonial. Se volvió la manera de hablarle a Dios, de hablar con Él, de encontrar consuelo y no perder la esperanza de ser libres.



La danza conocida como de los "diablos", actualmente, recupera toda la fuerza simbólica de liberación y protección de Dios para los pueblos afromexicanos y se ha convertido en uno de los medios para aumentar la visibilización y el reconocimiento de los mexicanos afrodescendientes en diversos ámbitos eclesiales, sociales, culturales, políticos, económicos… Se ha convertido en un vehículo de identidad afrodescendiente en México, para aumentar la visibilidad y el reconocimiento de los afromexicanos como hijos de Dios y como ciudadanos con los mismos derechos y deberes de quienes han nacido en esta tierra.



Esta danza es la conciencia de un ser humano esclavizado que sabe que, aunque la sociedad le ponga una máscara de diablo en su rostro y lo vista de harapos desgarrados y viejos, para que lo consideren la encarnación de “satán”, él está convencido de que Dios lo ve como un ser humano, con la misma dignidad humana y divina que tienen todos sus hijos. Por eso se atreve a entrar la casa de su Padre porque sabe que la mirada de su Papá atraviesa la máscara social y conoce su rostro y su corazón desfigurados por el viacrucis esclavista.



Mamá de piel oscura como yo,

tú que sabes de ternura y autoridad...

que sabes hablar al corazón de quien fue despojado de su humanidad,

que sabes liberar y levantar...

te vengo a contar, te vengo a decir con cantos y danzas que...


Lo arrancaron de África,

lo despojaron de sus vestiduras...

Lo trajeron a estas tierras...

lo crucificaron en la esclavitud...

Le pusieron una máscara para silenciarlo,

para no comer lo que trabaja...

para esconder su rostro...

para ver en él al diablo...


Somos sus hijos nacidos en esta tierra...

Y nos dijeron, de muchas maneras, que somos hijos de una raza maldita...

Y nos creímos esa mentira...


No...

No... No somos el diablo...

no somos diablos...

Somos el grito de los pueblos esclavizados...

del ser humano encadenado y ultrajado...

de todos aquellos que gritan a Dios: LIBÉRANOS!!!! PROTÉGENOS!!!!


Por eso gritamos URRA!!!

por eso clamamos con fuerza RUJA!!!

Para que la Iglesia y la sociedad nos miren,

Nos escuchen...

Y nos quiten la máscara que nos pusieron...

Para que se atrevan a mirar nuestros rostros...

Así como somos... Y no como quieren que seamos...


No...

No somos diablos...

detrás de esta máscara está un ser humano...

un hijo de Dios...

Un hermano tuyo...

Diferente sí, pero familia de Dios, así como tú...

distinto sí, pero mexicano como tú...



 
 
 

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