Una mirada capaz de transformar el conflicto en fuente de vida
TOMA TU BIBLIA Y BUSCA LOS SIGUIENTES TEXTOS:
(Génesis 1, 1-2)
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
(Mateo 16, 21-24)
A partir de entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho. Les dijo que lo iban a matar, pero que al tercer día resucitaría. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Eso no te puede pasar! Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro: ¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! ¡Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres! Luego Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame.
Medita en silencio los textos bíblicos que has leído o escuchado, durante un tiempo que consideres suficiente.
¿Qué te hacen pensar sobre el conflicto?
El conflicto: ¿Qué es?
Según los textos de las Escrituras que acabamos de leer, EL CONFLICTO ES CAOS, CONFUSIÓN, OSCURIDAD… Es algo que HACE SUFRIR y amenaza con la muerte. A esta realidad, los cristianos la llamamos CRUZ.
En la vida concreta, el conflicto es aquello que interrumpe el curso natural de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás, con el entorno… Es cuando notamos o sentimos que “algo” no está bien. Es cuando nuestras relaciones ya no son como eran, se vuelven complicadas, nos incomodan, nos molestan, nos generan “problemas”.
Es cuando ya no aceptamos las cosas así como se nos presentan a primera vista. Son esas realidades incómodas y desagradables cuando nos encontramos con lo desconocido, lo inesperado, lo diferente… cuando nos encontramos con nuestro misterio y con el “otro”.
¿Qué ocasiona en nosotros el conflicto?
Cuando esa “interrupción” de nuestra normalidad se da, nos detenemos. No podemos seguir caminando porque comienzan a visitarnos sentimientos desagradables como ansiedad, miedo, confusión, enojo, frustración, incertidumbre, envidia, angustia… incluso hasta experimentamos cambios fisiológicos en nuestro cuerpo.
Comenzamos a hacernos preguntas, hacemos interpretaciones y reinterpretaciones, intentamos comprender… la comunicación con nosotros mismos y con los demás se vuelve difícil, sentimos que algo no está bien y perdemos la tranquilidad.
¿Cómo vemos el conflicto?
Nuestra naturaleza humana que busca NO SUFRIR y la visión del sufrimiento como una tragedia que debe ser evitada, nos hace MIRAR EL CONFLICTO COMO UN PROBLEMA al que no se debe llegar o que debe ser solucionado y borrado de nuestra vida.
La realidad personal y social se encarga de decirnos, de muchas maneras, que EL CONFLICTO NO PUEDE SER EVITADO porque es como el aire que respiramos para vivir. Que el conflicto nos envuelve y nos hace, nos genera y nos regenera.
Porque somos, por naturaleza, seres sociables. Es decir, NECESITAMOS DEL OTRO y precisamente porque el otro es “OTRO”, lo desconocido, lo diferente, lo inesperado… provoca en nosotros caos, confusión, oscuridad… es decir, nos introduce en una vida conflictiva.
El conflicto, entonces, es NATURAL y NORMAL en todo ser humano y en toda sociedad. Por eso, podemos decir que NO SOLAMENTE NO PUEDE EVITARSE, SINO QUE ES PARTE DE NUESTRA VIDA Y, ES NECESARIO APRENDER A TRANSFORMARLO, SI QUEREMOS CRECER EN HUMANIDAD Y EN ESPÍRITU, COMO INDIVIDUOS Y COMO COMUNIDADES.
El conflicto es una realidad que debe ser aceptado y valorado como COMPAÑERO FIEL QUE NUNCA FALTA.
¿Cómo ve Dios el conflicto?
Volviendo la mirada a los textos, inicialmente propuestos, podemos decir que DIOS TIENE UNA MIRADA TREMÉNDAMENTE POSITIVA SOBRE EL CONFLICTO. Él mira el caos, la confusión y la oscuridad (conflicto) como una realidad que puede ser transformada en otra que favorece la vida en todas sus formas. Dios ve la posibilidad de transformar el caos, la confusión y la oscuridad en algo bueno.
Ver las cosas como las ve Dios, dice Jesús, es ver la cruz como necesaria para la salvación personal y social. Es decir, no se puede transformar una realidad negativa en fuente de bien para uno mismo y para todos, si cada uno no toma su propia cruz y la carga.
Es decir, entre más personas haya que carguen su propia cruz y no se la carguen a los demás, o no se carguen cruces que no son suyas, el entorno será más fraterno, justo y pacífico.
Ver la propia cruz como una posibilidad y no como un problema, es lo que hará la diferencia.
Para reflexionar:
¿Cuáles son mis conflictos y cómo lo veo?
¿Veo en cada uno de ellos el viento de Dios? ¿Cómo?
¿Estoy cargando mi cruz o se la cargo a otros? ¿Cómo?
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