El camino de la Pastoral Afromexicana
- Joel Cruz Reyes
- hace 6 días
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Somos un rostro de México que aún es invisibilizado

Como agentes de pastoral afro en México, encontramos a un pueblo que, a partir de sus luchas y sus resistencias ha permanecido de pie para lograr conquistar sus libertades y así ser sujeto de derechos tanto individuales como colectivos. Encontramos también diferentes realidades que ponen en riesgo la vida, la seguridad, la integridad y la dignidad de nuestra gente.
Somos conscientes del camino recorrido y estamos en la dinámica de seguir construyendo puentes que posibiliten el encuentro y el diálogo con las instituciones dentro y fuera de la Iglesia, para que nos permitan ser escuchados y participar desde nuestro ser específico en la búsqueda del bien común ahí donde vivimos y convivimos.
México se ha configurado a través de un proceso de encuentros de diversos mundos desde la dominación, opresión, explotación, saqueo, resistencias… el mestizaje racial, cultural y religioso que vivimos en la actualidad, es el resultado de estos procesos de “regeneración” desde los parámetros de humanidad dominantes en la cultura y la religión en la historia y en la actualidad.
El porcentaje de la población afrodescendiente en México, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) hecha por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el 2022, no supera el 2% del total de la población mexicana. De este porcentaje, según la encuesta, el 1.16% se identifica como afrodescendiente. Esto quiere decir que hay muchos mexicanos con raíces afro, que no se reconocen desde esta identidad.

Se calcula que la población afrodescendiente en México es de más de 3 millones. Y por su reducido número frente a la población nacional, con frecuencia es invisibilizada. Por eso, los esfuerzos se concentran en procesos de “visibilización”, de “reconocimiento” e “inclusión” tanto en ámbito sociopolítico como eclesial, así como en el combate al racismo y la discriminación en todos los ámbitos de convivencia social.
La cuestión de raza, color de piel y el significado de África en el mundo han sido y, siguen siendo, las bases del racismo que envuelve la existencia del mexicano afrodescendiente. Es la principal causa de su exclusión y marginación en la toma de decisiones en el país y en la dificultad para ejercer sus derechos, recibir un trato digno y tener igualdad de oportunidades como mexicanos. Por lo mismo, se invisibilizan sus contribuciones culturales e históricas en la identidad y desarrollo nacional.

Tener la piel oscura, en México, implica menores oportunidades en todos los ámbitos de la vida social, un mayor rezago educativo, menor acceso a actividades mejor calificadas, el mejoramiento económico es menor. Es decir, entre más oscura sea la piel, parece que el rezago socioeconómico y educativo es mayor. Al menos ese es el panorama que dibujan, con datos, los censos y encuestas realizados por organizaciones sociales y el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).
En los años 90 se comenzó un proceso de visibilización sobre todo en el ámbito de la cultura popular con enfoque antropológico, étnico e histórico para reconocer el papel de las personas africanas y afrodescendientes en el pasado y el presente cultural de México. Poco a poco esto fue tocando el ámbito académico y sociopolítico, ámbitos donde, hasta ahora, tiene una débil visibilidad y desarrollo.

La cuestión de la identidad nacional como afrodescendientes o afromexicanos, aún tiene que hacer un largo camino de aceptación, ya que existe un rechazo por ser un término que viene del mundo académico y no desde las culturas locales de zonas donde se reconocen como “negros”, “morenos”, “prietos” … y no como pueblos que tienen un origen común.
La incidencia de las organizaciones afro locales, del mundo académico y de instancias internacionales de derechos humanos como la ONU, ha provocado que el Estado vuelva la mirada a los pueblos afromexicanos e inserte esta temática en la agenda gubernamental. Hasta ahora el eje del trabajo de visibilización, reconocimiento e inclusión sociocultural y política, es lo étnico como lugar de identidad y comunión para impulsar proyectos de desarrollo, de cultura, de beneficios sociales y participación política. Pero los procesos siguen siendo débiles y dispersos.

La competencia por los liderazgos y el oportunismo de quienes buscan el poder en la política afectan negativamente los procesos de integración a partir de una identidad común de las poblaciones y organizaciones afromexicanas.
Uno de los puntos débiles en este camino hacia la identidad nacional afromexicana, es la falta de una ancestralidad consciente como la tienen los pueblos originarios. Esta “ancestralidad común en México” aún está en los inicios de su recuperación en la memoria y aceptación en la mente y corazón de los afrodescendientes.
Hasta ahora, la identidad gira alrededor de los rasgos físicos, la situación socioeconómica y los beneficios gubernamentales que esto puede traerles. Intereses personales, económicos y políticos entorpecen y enturbian el camino hacia la identidad afromexicana como pueblo, porque el partidismo y la búsqueda de asumir liderazgos locales, amenaza con fragmentar los procesos que aún no se consolidan y el proselitismo tanto religioso como de ideologías políticas parecen ser más fuertes que la búsqueda de unidad y comunión afro.

Los procesos de mestizaje racial, cultural, religioso… vividos a lo largo de la historia en México, han opacado y desvanecido histórica, cultural, espiritual y racialmente a los afrodescendientes, los ha hecho invisibles y, precisamente por esta invisibilización, para la sociedad mexicana e incluso para muchos sectores de iglesia, no existen.
Con frecuencia son percibidos socialmente como “extranjeros”. De hecho, es común escuchar a mexicanos afros que son sacados del país y enviados a Centroamérica o a otros países, porque se cree que en México no hay mexicanos afrodescendientes. Esta experiencia frecuente plantea la necesidad urgente de trabajar en la visibilización social y eclesial del mexicano con raíces afros para ir superando la discriminación en todos los ámbitos de la convivencia en México.

Los primeros pasos hacia una Pastoral Afro en México se comenzaron a dar en 1997, el enfoque, en ese entonces, era la reivindicación de los derechos de los pueblos negros en ámbito civil. Fue hasta el 2003, en el estado de Oaxaca, cuando se comenzó a hablar de Pastoral Negra en ámbito eclesial. Se comenzaron a valorar las formas de organización y de solidaridad propias de los afrodescendientes en esta zona del país desde una perspectiva pastoral en el horizonte de la justicia, la fraternidad y la superación de la discriminación.
Ahí, en la Diócesis de Puerto Escondido, se comenzaron a dar los primeros pasos en el acompañamiento específico del afrodescendiente. Se abrió un camino hacia la aceptación y reconocimiento desde su negritud como realidad no solamente racial sino espiritual que viene de África.

La recuperación y reconstrucción de la identidad cultural del afrodescendiente comenzó a ser el primer objetivo de la Pastoral Afromexicana. Esto implicaba recuperar su historia y el descubrimiento de la presencia de Jesucristo en ella. Esta era la condición primera para colaborar en la construcción de una sociedad justa y sin discriminación.
En el 2016 la Conferencia Episcopal Mexicana asumió la Pastoral Afromexicana como parte integrante de la Comisión Episcopal de Pastoral Social integrándola en la Dimensión de Pueblos Originarios. De esta manera se integró también al camino de la Pastoral Afro en el continente.
Actualmente, el horizonte de este acompañamiento pastoral de los mexicanos afrodescendientes, es la inculturación y la dignificación humana, teniendo como modelo y referencia a la Virgen de Guadalupe y el camino sinodal que impulsa la Iglesia como proceso de articulación y comunión de las diversidades afros en México, con una misión enfocada a liberar a la sociedad y a la Iglesia de la discriminación y se pueda caminar juntos con dignidad.

Reconstruir la identidad afro, comenzando por recuperar la memoria histórica, el leguaje y simbología propias y el redescubrimiento de la espiritualidad específica de los pueblos afrodescendientes en México, es uno de los objetivos básicos para fortalecer caminos de dignificación salvadora donde la mujer afro tiene un papel protagónico tanto en ámbito eclesial como social.
Estamos conscientes de que, si se trabaja y se fortalece la identidad específica, los pueblos afromexicanos se irán visibilizando como sujetos eclesiales y sociales. Con libertad y alegría no solamente harán visible su ser sino lo compartirán en la cultura, la sociedad, la política, la religión… como mexicanos con un rostro específico que los demás pueblos en México tienen también el derecho de conocer y de enriquecerse de él.
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