Desatar al burro: misión del cristiano en sociedad
En la simbología bíblica el burro representa el tiempo del trabajo y de la paz mientras que el caballo representa el tiempo de la violencia y la muerte porque era utilizado para la guerra por los ejércitos de los imperios de esos tiempos. El burro, en cambio, era utilizado para arar la tierra, para la cosecha, para transportar los productos necesarios para vivir. En este sentido, la persona que se montaba en el burro era para ir a trabajar, en cambio, quien se montaba en un caballo era para ir a destruir o matar.
Si leemos los relatos de la entrada de Jesús a Jerusalén (Mt 21, 1-11), sobre todo cuando celebramos la Semana Santa, la presencia del "burro" en el rito que abre la puerta a estas celebraciónes de nuestras tradiciones religiosas católicas, que conocemos como DOMINGO DE RAMOS, a veces se reduce a una presencia folklórica, ignorada, casi invisible e incluso se elimina su presencia porque se le da más importancia a los ramos y, claro, a la presencia del celebrante (sacerdote) porque representa a Jesucristo en esa ocasión, o le damos más importancia a la representación de Jesucristo por alguien de la comunidad en caso de elegir una celebración más teatral que vivencial a este acontecimiento de nuestra religiosidad católica.
¿Y el burro? ¿Quién mira y atiende al burro? ¿Dónde está el burro en este acontecimiento de nuestra fe? Ciertamente, en contextos urbanos y en algunas comunidades no es tan sencillo conseguir un burro para el evento religioso, por eso se opta por prescindir de él porque para muchos solamente es un elemento decorativo, un "accesorio" no indispensable en el inicio de la Semana Santa. Si se puede hallar el burro, bien, si no, también. Lo importante es que haya ramos, procesión y celebrante. Porque para muchos cristianos, el ramo, una vez bendecido, tiene un poder mágico que puede luego ser utilizado en algunas "emergencias" o cuando se necesite una intervención extraordinaria del poder de Dios en sus vidas.
Si hacemos un alto y nos concentramos en el burro no como animal sino como mensaje y sentido fundamental del camino de salvación personal y social planteado por Jesús en la vivencia de nuestra fe ahí donde vivimos y convivimos, entonces la cosa cambia profundamente. Porque, si el burro representa el trabajo y la paz, y quien decimos que es nuestro Maestro y Señor, quien decimos amar y seguir sus pasos, sus enseñanzas, sus mandamientos... elige un burro para entrar en la vida de la gente y salvarla, entonces estamos "obligados" a hacer lo mismo que nuestro Maestro ahí donde nos encontramos. Es decir, tenemos que "montar" nuestra existencia en un burro y no en un caballo si queremos salvar y salvarnos todos.
Montar nuestra vida en un burro significa, entonces, ser personas de trabajo y de paz. Asumir que trabajar y pacificar es lo único que nos puede salvar a todos de la violencia y de la muerte que está llegando a todos los lugares donde convivimos. Aceptar que, si no se trabaja y se es violento, nos convertiremos en fuente de destrucción y muerte para uno mismo y para muchos.
No trabajar, no tener posibilidades de trabajar o no querer trabajar no es bueno para nadie porque disminuyen las posibilidades no solo de mejorar nuestra vida sino para vivir y, poco a poco, nos podemos ir acostumbrando a "sobrevivir" en las carencias, a ir buscando la manera de aprovecharse de quien sí trabaja, de su esfuerzo, de sus bienes... comenzaremos a buscar maneras de quitar y arrebatar lo que el otro consigue producir trabajando. Es decir, montaremos nuestra existencia en un caballo, porque no vemos otra solución que violentar, destruir y hasta matar al otro con tal de obtener sin trabajar lo que necesitamos.
Somos hijos e hijas de un Dios que trabaja siempre, eso nos dice Jesús (Jn 5, 17), y somos súbditos de un rey de Paz. Trabajo y paz, son los distintivos de quien se dice hijo de Dios, de quien se dice cristiano porque sigue a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida. Por eso nuestro Rey no es como los demás reyes que montan su vida en un caballo para matar y destruir porque su principio de convivencia es que el otro es "adversario", es "rival", es "amenaza", "es enemigo"... y por eso, para ellos lo fundamental es atacar o defender, arrancar, arrebatar, adueñarse de todo aquello que no es de ellos. Nuestro Rey no, Él no es así. Él entra en la convivencia humana montado en un burro porque quiere decirnos que si queremos una sociedad mas humana, con más posibilidades de vivir y no de morir, entonces todos debemos trabajar y no andar buscando cómo pelear, cómo destruir bienes, caminos, personas, vidas...
Para entrar a Jerusalén, es decir, para entrar al camino de la paz, porque Jerusalén significa "lugar de paz", es necesario que los discípulos de Jesús vayan a cada aldea, pueblo, ciudad... a toda sociedad y "desaten" el burro que está amarrado afuera de esos lugares de convivencia. De hecho, esto es lo que pide Jesús a sus discípulos y amigos: "DESATAR LA CAPACIDAD DE TRABAJO Y DE PAZ (Burro) que todo ser humano tiene como hijo de Dios en su contexto, para que la violencia y la muerte no sigan ensombreciendo la convivencia humana. Desatar esa conciencia amarrada a convicciones e ideologías que plantean la sociedad como un campo de batalla, una pista de competencia donde viven solamente los más veloces y los más fuertes, un lugar donde, para sobrevivir, hay que aprender a defender y atacar porque todo es agresión.
La misión del discípulo y amigo de Jesús es, entonces, DESATAR AL BURRO, alimentarlo, cuidarlo, fortalecerlo desde la visión del otro como hermano y compañero, para que podamos trabajar juntos y construir entornos de paz y vida para todos. Esto es lo que nos pide hacer Jesús para que la gente descubra la belleza de la colaboración, la convivencia fraterna y elimine la confrontación y la violencia porque lo que más necesita todo ser humano es trabajo y paz para ser fuente de vida y no de muerte.
En la misión de paz, entonces, lo más importante es el burro no los ramos. Porque los ramos se quedan en el ámbito de lo mágico y lo extraordinario, mientras que el burro te obliga a mirarte como un hijo de Dios enviado a reconstruir al ser humano y ayudarlo a ser capaz de trabajo y de paz, aspectos que, de muchas maneras, presencias diabólicas y demoniacas le aconsejan no realizar, planteandole un estilo de vida violento y sin necesidad de trabajar.
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